Scott Kelly, el astronauta que vivió durante un año solo en el espacio

Pese a lo que pueda parecer, hay razones para viajar a Marte, o así lo creen muchos científicos. Para empezar, la humana es una especie exploradora por naturaleza que lleva desde sus orígenes indagando nuevos espacios, rutas ignotas… y no va a poder evitar colonizar los planetas a los que su tecnología le permita llegar. En segundo lugar, las probabilidades de que acabemos convirtiendo la Tierra en un lugar inhabitable o asfixiante no son tan pequeñas como piensa la mayoría de la gente, en particular la dedicada a la política. La empresa será muy dura, pero, cuando tengamos que ir a Marte, habrá personas dispuestas a hacer los sacrificios necesarios. Tomen si no el ejemplo de Scott Kelly (Nueva Jersey, 1964), el astronauta de la NASA que más tiempo ha permanecido en el espacio.

Llegar a Marte lleva unos 200 días con la tecnología actual, así que los 340 días que Kelly permaneció en la Estación Espacial Internacional (ISS en sus siglas inglesas), gran parte de ellos en la más absoluta soledad, serían más que suficientes para que una persona alcanzara el planeta rojo por primera vez. Esa misión de permanencia en la ISS, en la que a lo largo de 2015 orbitó 5.540 veces alrededor de la Tierra, brindó justamente a la NASA valiosa información para su programa de Marte. Kelly ha narrado esta experiencia sin precedentes en Resistencia; un año en el espacio (Debate).

Como entrevistado, el astronauta es lo que en la jerga llamaríamos un hueso. Su tendencia a responder con monosílabos y a replicar cosas como “eso no es una pregunta” lo convierte en un personaje dificultoso, al menos de entrada. No es una forma de ser —Scott, la persona, es afable fuera del micrófono—, sino más bien una actitud aprendida y entrenada. Él mismo da una clave en su libro cuando cuenta las pruebas psicológicas que tuvo que pasar para poder ir al espacio:

“En el espacio se prueban fármacos que nos podrán ayudar contra el envejecimiento. Allí se pierde masa muscular mucho más deprisa”

“Una pregunta que recuerdo era: ‘¿Preferiría robar algo en un gran almacén o pegar a un perro?’. Tenía que escoger una, así que dije que robaría algo. Sospechaba que (…) la respuesta se cruzaría con otras para detectar a quien quisiera burlar la prueba. Años después, uno de los psiquiatras me dijo que yo casi había suspendido la prueba por esa razón; mis respuestas reflejaban que había tratado de decirles lo que querían oír”. Otra de las pruebas para los candidatos era una cena en el ­Pe-Te’s Barbecue, un punto de encuentro para astronautas y otros empleados de la NASA. “Esta cena”, cuenta Kelly en el libro, “era uno de los acontecimientos más informales, y en cierto modo eso lo hacía más estresante”. A Kelly le costó más decidir qué ponerse para esa cena que responder a los cuestionarios de astrofísica y teoría gravitatoria. “De hecho”, relata, “revisé fotos de astronautas en eventos informales para ver cómo vestían. Basándome en esa investigación, escogí pantalones caqui y un polo Ralph Lauren a rayas”. Y en el restaurante las cosas no mejoraron mucho: “¿Debía beber una sola cerveza para mostrar que podía parar a la primera, o beber dos para que vieran que podía parar a la segunda?”.

¿Compraría usted un billete a Marte solo de ida? Bien, en primer lugar, yo no compraría ningún billete, y en segundo lugar, si tuviera que comprarlo, desde luego no sería un billete solo de ida.

Pero usted quiere ir allí, ¿no? Me gustaría ir a Marte, sin duda, pero también quiero volver a casa. Solo aceptaré un viaje de ida y vuelta.

Pero ahora mismo no sabemos cómo hacer eso. ¿No sabemos?

No, porque nos gastaremos todo el combustible en llegar allí. [Piensa unos segundos]. Entonces habrá que dejar allí el combustible en un viaje previo. Así el fuel no se agotaría, sino que estaría allí esperándote. Es lo que yo haría. Cualquier cosa que necesitara para volver —combustible, comida, agua, un cohete, todo— la tendría allí lista antes de dejar mi casa en Houston.Scott Kelly, en un simulador de la Estación Espacial Internacional, en Kazajistán.

Scott Kelly, en un simulador de la Estación Espacial Internacional, en Kazajistán.Scott Kelly, en un simulador de la Estación Espacial Internacional, en Kazajistán.Getty Images

Hábleme del aburrimiento de estar allí arriba 340 días. La gente puede trabajar muchas horas, pero luego necesita despejarse un poco, no sé, tomar una cerveza con amigos, escuchar música, dígame cómo es estar solo en el espacio. Nunca me aburrí en el espacio. Tenía siempre un montón de quehaceres, y también muchas cosas en que ocupar mi tiempo libre. Pero sí que tienes momentos de relajación para, no sé, escuchar música, ver una película, comer algo. Por desgracia no tenemos allí ni una cerveza. Si la hubiera habido, me la habría bebido [risas], pero sí que tienes tiempo de tranquilidad ahí arriba, no mucho, pero sí algo.

Y está uno haciendo experimentos siempre, ¿no? No siempre, pero sí gran parte del tiempo. Durante el periodo que estuve en la estación se hicieron unos 400 experimentos. Estuve implicado en algunos de ellos, en ocasiones como operador, otras veces como objeto de estudio; en ciertos casos no estuve implicado en absoluto, y ni siquiera sabía de qué iban. Hay experimentos que progresan automáticamente en el exterior, y la tripulación ni los tiene que tocar.

La misión sirvió además para estudiar el impacto fisiológico de una estancia larga en el espacio: ahí participó Mark, gemelo de Scott, y también astronauta

¿Se le fueron dando mejor con el tiempo? Porque me parece que a usted no le gustan mucho los experimentos de laboratorio. Yo no diría que no me gusten. No soy un científico, así que mi objetivo principal era obtener los datos exactamente como querían los científicos en Tierra; como en la gran mayoría de estos trabajos no se requiere que los astronautas hagan ninguna observación científica, para mí lo más importante era registrar los datos con precisión y pasar a la siguiente tarea.

Cuénteme un experimento, el que recuerde mejor. ¿Tenían plantas, animales…? Teníamos plantas, teníamos animales, cultivé algunas lechugas, y hasta algunas flores, con la idea de que, si podíamos cultivar flores, podremos luego tener tomates y otras cosas más nutritivas en un futuro viaje a Marte. También tenía algunos ratones en experimentos para obtener fármacos que nos podrán ayudar contra los efectos del envejecimiento; la razón para hacerlos allí es que, en el espacio, los huesos y la masa muscular se pierden mucho más deprisa, de forma similar a lo que ocurre cuando envejecemos, pero muy rápido, así que es un excelente entorno para estudiar este tipo de cosas. En fin, hice muchos experimentos, y me resulta difícil elegir uno como mi favorito. Teníamos un gran horno, y una vez bromeé con ­Misha [Kornienko, un colega ruso que le acompañó durante parte de la estancia] y le dije que era una bomba atómica, y él se acercó flotando y dijo: “No, es una máquina del tiempo”. En realidad no era más que un horno para hacer experimentos de combustión y de ciencia de materiales; también teníamos investigaciones con ultrasonidos, salud mental y otros.

Un argumento que usó para volver después de esos problemas de salud fue que usted, en el espacio, y su hermano gemelo (también astronauta), en tierra, podrían servir para el estudio del impacto de la ingravidez en el organismo humano. Bueno, los gemelos idénticos lo son en verdad cuando el embrión se divide en dos, pero luego el entorno influye en cada uno de ellos. El hecho de ser gemelos idénticos no implica que seamos exactamente iguales, debido a nuestras experiencias, las cosas que hemos hecho en nuestras vidas. Pero no fui reclutado en un vuelo porque tuviera un hermano gemelo, eso solo lo pensé después.

¿Se sacrificaría por la humanidad? Eso es lo que he hecho.