Archivos, libretas, colecciones, documentación y ediciones originales son algunos de los materiales que se pueden ver en «Una fábrica de cultura», muestra organizada en el Museo del libro y de la lengua que conmemora la creación del Centro Editor de América Latina, mítico sello fundado en 1966 por el editor Boris Spivacow.
La muestra, que se puede visitar hasta agosto próximo, reconstruye el proceso interno de la editorial fundada por Spivacow durante la dictadura de Juan Carlos Onganía y que funcionó hasta 1995 presentando 79 colecciones, cinco mil títulos, obras de calidad, precios accesibles y diversas publicaciones que la erigieron como una editorial adelantada a su tiempo.
Originales de tapas, correcciones de galeras, ferros, grabados en chapa, acetatos y filminas de distinto tipo elaborados de forma artesanal son algunas de las cosas que se pueden ver en la muestra que traza un recorrido por la célebre editorial a través de cartas, fotografías, artículos periodísticos, catálogos y materiales publicitarios de los autores que conformaron el proyecto.
Con un equipo conformado por Oscar Díaz, Beatriz Sarlo, Aníbal Ford, Horacio Achával, Graciela Montes, Susana Zanetti y Jorge Lafforgue, la editorial llegó a publicar unos cinco mil títulos con el eslogan «Más libros para más», que se convirtió en una marca de estilo. El Centro Editor fue, además, un importante espacio donde escribieron y publicaron David Viñas, Ismael Viñas, Noé Jitrik y Josefina Ludmer, entre otros intelectuales.
Entre las numerosas colecciones que presentó el Centro Editor, figuraban artes plásticas y audiovisuales, atlas y geografía, literatura y teatro, historia, enciclopédicos, política, universitarias, infantiles y juveniles, ciencias sociales y humanísticas, a través del concepto comercial ideado por Spivacow, «un libro al precio de un kilo de pan», pensado para un público masivo, diverso, curioso.
Además, en una parte de la exposición se puede ver la secuencia de la quema de libros del Centro Editor ordenada por un juez en la última dictadura argentina, después de que un operativo secuestrara en 1978 los títulos de la editorial y resolviera que el 30 por ciento era peligroso para la seguridad nacional, lo que llevó a que en 1980 se quemaran 24 toneladas de libros en un baldío de la localidad de Sarandí.
«La muestra es resultado de un proyecto en el que participé desde el 2006 hasta el 2011. La idea era recuperar la experiencia de las editoriales de Spivacow, Eudeba y el Centro Editor de América Latina. Tomamos testimonios, buscamos documentación y completamos los catálogos de la Biblioteca», explica a Télam la curadora de la muestra, Judith Gociol.
Y cuenta que en ese camino «aparecieron un montón de objetos que son los que ahora presentamos en la muestra, que pertenecen al departamento de archivo de la Biblioteca. Todo esto se generó a través de donaciones. La idea es homenajear las diversas ediciones del Centro Editor».
«Muchas de las piezas que se presentan tienen que ver con el modo de producción: lo que habitualmente no se ve de los libros. El objetivo es mostrar lo que era el proceso de realización: informes sobre colecciones, archivos, libretas de Spivacow donde iba haciendo cálculos, correspondencias, correcciones», explica.
Gociol sostiene que el Centro Editor «estaba inserto en la industria cultural, que en los 60 empezaba a tomar fuerza. Con esos elementos pudieron hacer algo superador frente a esa falsa disyuntiva entre calidad y cantidad. Ellos resolvieron bien esa encrucijada: crearon lectores, pusieron temas en circulación, inventaron colecciones».
Según ella, «desde la editorial pensaban en un lector integral: podía leer poesía, geografía, historia, infantiles, no planteaban la segmentación. Eran muy cultos pero también eran prácticos a la hora de pensar los papeles, los formatos, los materiales que presentaban».
«Fueron aproximadamente cinco mil títulos los que publicó el Centro Editor, colecciones que podían llegar a tener 400 títulos, tiradas que llegaban al millón de ejemplares. Lo que asombra es que lograron todo con la tecnología de la época, sin redes sociales; cuando empezaron ni siquiera tenían fotocopiadora. Es interesante mostrar los aspectos artesanales del proyecto», apunta la curadora.
Y afirma: «Es impresionante la intuición que tenía Spivacow para elegir a la gente que publicaba. Autores que conforman la intelectualidad de los últimos años: Beatriz Sarlo, Aníbal Ford, Jorge Lafforge, Alberto Pla, entre otros. Una gran cantidad de gente que ahora es reconocida, pero que en ese momento estaba empezando».
«Venían de la experiencia de Eudeba (Editorial Universitaria de Buenos Aires), tenían un gran apoyo de la universidad, pero querían salirse de los grupos selectos universitarios. Con ese criterio fijaron reglas de mercado, generaron resistencias, su modo de producción era subversivo para la concepción del mercado», concluye.
La exposición permite conocer unas de las experiencias editoriales más importantes de la Argentina, un proyecto que logró combinar con éxito calidad y cantidad, masividad e intelectualidad, trabajo industrial y artesanal. Se puede visitar de martes a domingos de 14 a 19 en la sala Julio Cortázar del Museo del libro y de la lengua, Avenida Las Heras 2555 (CABA), con entrada gratuita.