Sensaciones al borde del abismo

Hoy, lo legítimo es preguntarse cuándo sejodió la selección. Por más que se clasifique para Rusia, algo perfectamente posible, por más que luego se haga un excelente Mundial, también una hipótesis viable

El abismo está ahí, y allí seguirá cada mañana que nos despertemos hasta el próximo martes, el día de la verdad en Quito. A la noche sabremos si a ese abismo le mostramos la espalda, con la vista puesta ya en Rusia, o al menos en Nueva Zelanda, o si dimos el paso al frente y la oscuridad de seguir un Mundial por TV nos devoró definitivamente.

Viernes, sábado, domingo, lunes y martes completos sufriendo con una selección que está llevando a un terreno desconocido a la mayoría de los argentinos. ¿O cuántos son los que vivieron aquella frustración de 1969, también con Perú de por medio? Pasaron 48 años, por eso hay dos generaciones y media convencidas de que la selección y el Mundial son pareja inevitable.

Y no, no es así. La clasificación hay que ganársela, y que la Argentina dependa de sí misma es una excelente noticia. hasta ahí. Viene siendo así desde el inicio de las eliminatorias, y a la vista está que eso no fue ventaja. Es un milagro que siga dependiendo de sí misma tras una racha de cuatro partidos que incluyen una derrota, tres empates y un solo gol a favor, gentileza de un suizo nacionalizado venezolano que lo embocó en su propio arco.

Impactados aún por Perú, surge el recuerdo de Mario Vargas Llosa y esa enorme novela que es «Conversación en la Catedral». El libro escritó en ese mismo 1969 que marcó al fútbol argentino, se abre con una frase de impacto: «Zavalita, ¿cuándo se jodió el Perú?». Hoy, lo legítimo es preguntarse cuándo se jodió la selección. Por más que se clasifique para Rusia, algo perfectamente posible, por más que luego se haga un excelente Mundial, también una hipótesis viable.

«Hoy, lo legítimo es preguntarse cuándo se jodió la selección. Por más que se clasifique para Rusia, algo perfectamente posible, por más que luego se haga un excelente Mundial, también una hipótesis viable.»

¿Cuándo se jodió la selección? En tiempos cercanos, cuando se la entregó a un Diego Maradona que no estaba a la altura del desafío y desaprovechó a un Lionel Messi en llamas. En la recta final de su vida, Julio Grondona optó sencillamente por tirar un Mundial. Pero podríamos mirar mucho más atrás y preguntarnos a qué juega la Argentina, cuál es su estilo. La sucesión de técnicos y de «libritos» es interminable desde hace décadas, contradicción presente con fuerza en los dos títulos mundiales. ¿O hay estilos más en las antípodas que los de César Menotti y Carlos Bilardo?

Tan confundida quedó la Argentina tras años y años de bandazos, que se nubla notablemente cuando le dejan la cancha y la pelota para que ataque. Perú lo sabía, todos lo saben. Es una selección que hace mucho tiempo que se siente más cómoda jugando al contraataque. No está mal, no hay una única manera de jugar al fútbol, pero la contradicción entre lo que queremos ser, lo que decimos y lo que hacemos es una tensión que termina agotando a todos.

Nos gusta pensar que seguimos estando a la altura de Alemania o España, pero esas selecciones saben ya hace una década a qué juegan. Analizar los diez últimos años argentinos confirma en cambio que la comparación es imposible y que ganar Mundiales es una meta noble, pero hoy poco realista. Primero hay que evitar el abismo. Y si se llega a Rusia, apostar a la inspiración de Messi y a que sus compañeros sintonicen de una vez con él. Ya se podrá pensar más adelante qué quiere ser realmente la selección argentina.