San Lorenzo sigue cuesta abajo: cayó 1 a 0 con Temperley y quedó envuelto en una gran confusión

El conjunto azulgrana, que agoniza en la Copa Libertadores, volvió a perder en el torneo local y se fue silbado; si Boca gana el domingo le sacará 10 puntos de ventaja
El viento que sopla sin pausa en el Bajo Flores y hace descender la sensación térmica varios grados por debajo de lo que marca el termómetro es una evidencia sin remedio: los veranos pueden durar más o menos tiempo, pero el otoño acaba llegando, siempre siendo fiel a la cita. Y en San Lorenzo comienzan a vivirlo con el dolor de la despedida de un ciclo exitoso, el más rutilante de la historia, Copa Libertadores incluida.
Basta con mirar los DNI del plantel azulgrana para entender esta realidad. 36 años registra en su cuenta Torrico, 34 Angeleri, 33 Belluschi, 32 Ortigoza y Caruzzo. En el banco esperan Mercier con 37, Coloccini con 35 y Bergessio con 32; en la tribuna mira Romagnoli, que suma 36. Edades que no tienen por qué significar el fin de una carrera, pero que si se acumulan en un mismo equipo pueden afectar el rendimiento, sobre todo en un fútbol donde la velocidad y los kilómetros recorridos se imponen a la calidad técnica.
San Lorenzo vive el otoño de varias de sus figuras, y si además estas pierden la confianza en sí mismas porque los resultados no se dan y la pelota que antes viajaba de un pie a otro con seguridad se escurre sin remedio ni destino alguno, el panorama se oscurece definitivamente.
Temperley vive una actualidad muy diferente. La guillotina del descenso le amenaza el cuello, le quedan pocas balas en la récamara pero reboza de vitalidad y energía, más allá que no haya estrellas en su nómina y que la modestia gobierne cada decisión del club. Sin embargo tiene atrevimiento en su juego y una idea que intenta poner en práctica. Aprieta el balón contra el suelo, se agrupa, triangula, propone aunque se equivoque en el último pase.
En la noche del Nuevo Gasómetro y durante los 45 iniciales estas diferencias se hicieron demasiado notables. Fue tan flojo lo de San Lorenzo, cometieron tantos errores los que teóricamente más saben (Belluschi, Ortigoza, Botta) que a los visitantes se les facilitó el plan. Cuesta creer que con tanto volante ilustre sobre la hierba el mejor mediocampista en ese lapso fuese Alexis Zárate, un chico que hasta hace muy poco era lateral derecho de Independiente. Es cierto, Temperley inquietó muy poco a Torrico, pero a los 31 se durmió Mussis, robó Di Lorenzo, le pegó desde afuera y la débil respuesta del arquero acabó en el 1 a 0.
Enfrente, como para afianzar la idea del cambio de estación climática, apenas los pibes Merlini y Rojas por izquierda sacudían el sopor que desprendían los movimientos del conjunto local y se ganaban los aplausos de la tribuna. Fueron ellos quienes activaron a San Lorenzo también en el arranque del complemento, sobre todo el pequeño volante surgido en Platense, el único con constancia para encarar y pasar, para mostrarse y devolverla redonda.
De la mano de los jóvenes los azulgrana vivieron su mejor ráfaga entre los 50 y los 55, pero se encontraron con la inspiración de Ibáñez para bajar hasta tres veces la persiana de su arco. Entonces llegó el momento del discutidísimo Diego Aguirre. Primero pareció entender lo que ocurría mandando a la cancha a Conechny y Ávila, como para indicar por dónde deben ir los nuevos aires en Boedo, hasta que un rato después se ganó los insultos de todo el estadio al quitar a Merlini (lejos, el mejor de su equipo) a diez minutos del final.
Temperley cometió durante un buen rato el pecado de meterse cada vez más dentro de su área amedida que pasaban los minutos y eso lo llevó a sufrir en exceso y depender de las manos de Ibáñez para sostener un triunfo tal vez impensado. Lo consiguió gracias a la fe y el esfuerzo

colectivo, pero también ayudado por este sorprendente momento de un San Lorenzo melancólico, tristón, con aroma a despedida, a un tiempo que se diluye como una balada de otoño.