Los recuerdos asociados a emociones afectan la memoria

Lo estableció un estudio argentino sobre la "fuerza de la memoria" pubicado en la revista Neuroscience

La emoción que genera un componente estresante en una determinada situación queda «pegada» a la memoria y cuando se evoca ese recuerdo la persona vuelve a vivir una sensación similar, algo que afecta su capacidad de recordar, estableció una investigación argentina publicada en la prestigiosa revista Neuroscience. El estudio, realizado por investigadores de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (FCEN-UBA), se centra en la «fuerza de la memoria», explicaron sus autores.

«Las emociones modulan lo que clásicamente se llama la ‘fuerza de la memoria'», explicó el neurobiólogo Alejandro Delorenzi, director del Laboratorio de Neurobiología de la Modulación de la Memoria en la FCEB-UBA e investigador del estudio. «Se entiende por ‘fuerza de la memoria’ a la probabilidad de que se exprese, es decir cuando pequeñas claves llaman fácilmente a evocarla; lo más fácil para ver de esto son los desórdenes post-traumáticos donde el sujeto ante cualquier estímulo está trayendo el hecho a la memoria», amplió.

El grupo de investigación puso en cuestión «qué es eso de la ‘fuerza de la memoria’, que en realidad es una metáfora para eludir la descripción de un proceso que conocemos muy poco, que son los procesos de memoria». Habitualmente, explicó Delorenzi, las emociones aumentan o disminuyen «la fuerza de la memoria, es decir su probabilidad de evocar, y esas interacciones son muy complejas y están en estudio permanente».

Cómo se midió la «fuerza de la memoria»

En el estudio participaron 83 personas de entre 19 y 37 años, entre estudiantes de Exactas de la UBA, profesionales con posgrados o doctorados. Todas ellas se sometieron a los pedidos del equipo que trabajó con Delorenzi, integrado por Jessica Mariel Sánchez Beisel, Francisco Javier Maza, Nadia Justel y Pablo Nicolás Fernández Larrosa.

En el día uno los investigadores las pusieron en contacto con música e imágenes de paisajes, y luego les leyeron una lista de 15 palabras comunes. 

Llegado el día sexto, los participantes fueron divididos en tres grupos: todos comenzaron recibiendo la misma música e imágenes agradables del primer día; pero uno de los grupos recibió una sorpresa antes de la lectura de la lista y en el otro, además de la sorpresa, se pidió a los participantes que introdujeran un brazo en un balde con agua fría.

Ese cambio, indicó Delorenzi, fue para «probar cuál era el efecto del estrés leve (segundos de frío) en el realmacenamiento (o consolidación) de la memoria de largo plazo».

El séptimo día del estudio, el grupo de control y el que sólo vivió una sorpresa recordaban una mayor cantidad de palabras de la lista que el grupo que fue sometido a meter el brazo en el balde con frío. Pero, además, cuando se les preguntó cómo se sentían en ese momento, las personas que habían sido sometidas al estresor expresaban mucho más nerviosismo que los otros.

Los recuerdos y el stress

«Las conclusiones de este estudio podrían dividirse en dos partes. Una, que no es muy llamativa, fue que nosotros esperábamos que el estresor leve mejore la memoria pero eso no sucedió, sino que en este caso la empeoró. En estudios anteriores la había mejorado, por lo tanto es muy difícil determinar todavía qué sucede», advirtió el investigador.

«La otra conclusión, y es lo que vimos distinto, es que el estresor no hace que la memoria se exprese mejor o peor, sino que lo que hace es desplegar la misma emocionalidad que la persona vivió y es esa emoción que se reedita la que afecta la ‘fuerza de la memoria'», añadió.  

En el futuro inmediato, «la idea es seguir trabajando en más estudios para ver si las emociones se pegan a la memoria, es decir si esos dos trazos de memoria distintos (emoción y lista de palabras) al quedar asociados hacen que la performance de la persona sea peor», adelantó Delorenzi. 

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