Las monjas en la India hablan y revelan un largo historial de abusos sexuales de curas

Las monjas hablan de sacerdotes católicos que entraron a sus habitaciones y de curas que las presionaron para convertir una estrecha amistad en sexo. En toda India hablan sobre ser manoseadas y besadas, y de las manos de hombres que fueron criados para creer que eran los representantes de Jesucristo presionadas contra su cuerpo.

En los peores casos, hablan de repetidas violaciones y de una jerarquía católica que hizo poco para protegerlas.

Monjas rezan junto a otros religiosos en la catedral Inmaculado Corazón de María, en Kerala, India. /AP© clarin.com Monjas rezan junto a otros religiosos en la catedral Inmaculado Corazón de María, en Kerala, India. /AP

El Vaticano está al tanto desde hace años de los abusos sexuales a monjas cometidos por sacerdotes y obispos en Asia, Europa, Sudamérica y África, pero ha hecho muy poco para detenerlos, según reportó el año pasado The Associated Press.

Ahora, la AP investigó la situación en India y descubrió que las monjas sufren abusos sexuales en el seno de la Iglesia desde hace décadas. Las víctimas detallaron la presión sexual que soportaron de sacerdotes y casi dos docenas de religiosas y exmonjas y sacerdotes dijeron que tenían conocimiento directo de estos incidentes.

Sin embargo, el problema está oculto por una poderosa cultura del silencio. Muchas de las religiosas creen que el abuso es algo habitual e insisten en que la mayoría puede decir al menos que se defienden de los acercamientos sexuales de un sacerdote. Otras creen que es algo asilado. Casi ninguna habla abiertamente sobre el tema, y la mayoría solo lo hacen a condición de no ser identificadas.

Un monja se confiesa en una iglesia en la India. / AP© clarin.com Un monja se confiesa en una iglesia en la India. / AP

Pero este verano, una monja hizo que el asunto saliese a la luz pública.

Cuando las autoridades eclesiásticas no respondieron a sus reiteradas quejas, la religiosa de 44 años presentó una denuncia contra el obispo que supervisa su congregación, acusándolo de violarla 13 veces en dos años. Un grupo de hermanas inició una protesta pública para exigir la detención del prelado.

La protesta dividió a la comunidad católica en India. La denunciante y quienes la respaldan son ahora parias, aisladas de las demás monjas, muchas de las cuales defienden al obispo.

Una mujer abandona el Hogar de la Misión de San Francisco en Kerala. /AP© clarin.com Una mujer abandona el Hogar de la Misión de San Francisco en Kerala. /AP

«Algunas personas nos están acusando de trabajar contra la Iglesia», dijo la hermana Josephine Villoonnickal, que apoya a la denunciante. «Ellos dicen ‘Están adorando a Satán’. Pero tenemos que defender la verdad».

Los relatos de algunas de las víctimas se remontan varias décadas. Como el de una monja casi adolescente que enseñaba en una escuela católica a principios de la década de 1990. Era una labor agotadora y quiso pasar un tiempo en un centro de retiro en Nueva Delhi.

Es una mujer poderosa que lleva años trabajando con los pobres, pero cuando hablar sobre ese retiro, su voz se apaga.

Las monjas Josephine Villoonnickal (iz.), Alphy Pallasseril (centro) y Anupama Kelamangalathu./ AP© clarin.com Las monjas Josephine Villoonnickal (iz.), Alphy Pallasseril (centro) y Anupama Kelamangalathu./ AP

Una noche, un cura de unos 60 años que se suponía que estaba guiando a las hermanas durante su periodo de reflexión acudió a una fiesta de barrio. Regresó tarde y llamó a la puerta de su habitación. La joven podía percibir el olor alcohol.

«No está estable. No estoy lista para conocerlo», le dijo.

Pero el sacerdote se abrió paso, intentó besarla y le tocó el cuerpo.

Llorando, lo empujó hacia atrás lo suficiente como para poder cerrar la puerta.

Una monja católica en el hogar de la misión de San Francisco en India. /AP© clarin.com Una monja católica en el hogar de la misión de San Francisco en India. /AP

Después contó lo ocurrido a la abadesa, que le permitió evitar cualquier nuevo encuentro con el sacerdote. Incluso escribió una carta anónima a las autoridades eclesiásticas. El cura fue trasladado.

Pero no hubo reprimenda pública ni advertencias a otras religiosas.

Ella tenía demasiado miedo para desafiarlo abiertamente.

«Para mí era arriesgar mi propia vocación», dijo.