Julio Bocca, al frente del ballet uruguayo del Sodre, estrenó su «Hamlet Ruso»

"Es una obra que no suele estar en plaza. Y permite llevarle al público algo diferente", sintetizó Bocca

Una coreografía de alta exigencia, un discurso musical de conocimiento extendido y un relato con una carga dramática que justifica el título de la obra determinaron anoche la presentación del Ballet Nacional Sodre de Uruguay, bajo la dirección de Julio Bocca, en el Teatro Ópera con el «Hamlet Ruso», una obra ya familiar al universo y al lenguaje del ex bailarín argentino.

El estreno del ballet uruguayo coincidió, en tiempo y territorio, con el desenlace de la masiva e histórica movilización popular que repudió el fallo de la Corte Suprema de Justicia que benefició a los represores de la última dictadura cívico-militar. El acceso al teatro fue arduo y, a la hora de inicio prevista –se trata de un espectáculo de rigurosos horarios- casi nadie poblaba la amplia sala del Opera. Finalmente, con la demora del caso, se cubrió buena parte del recinto.

Expectativa existía: la selección de «Hamlet Ruso» en la apertura de la temporada del Sodre obedece a una ambición de cimentar la proyección internacional del organismo rioplatense y la presentación porteña ocurrió, justamente, en un tiempo de transición y crisis en el programa de ballet del Teatro Colón, afectado gravemente por los vaivenes institucionales.

La coreografía de Boris Eifman permitió la ambivalencia de ofrecer un título aprobado por el público y, al mismo tiempo, uno que no pertenece al núcleo más persistente de los programadores. Por eso su selección en este tiempo del Sodre.

«Es una obra que no suele estar en plaza. Y permite llevarle al público algo diferente», sintetizó Bocca en dialogo con Télam.

A la vez forma parte del universo que Bocca, titular del organismo desde 2010, reconoce como propio ya que lo bailó, con resonante éxito, en el Luna Park en 2005, con siete funciones a estadio lleno.

Entonces Bocca interpretó el rol de «Pablo», que anoche encarnó Ciro Tamayo, mientras que la «Catalina» de esta versión, María Riccetto, de 37 años, fue su compañera en el American Ballet Theatre de Nueva York. Esa suma de familiaridades tuvo su expresión anoche en el modo de resolver las singularidades técnicas de la obra.

Estrenada en 1999 por el Ballet de San Petesburgo, y con música de Ludwig van Beethoven y Gustav Mahler, presenta una dramaturgia potente que emula a los giros argumentales del texto shakespereano. «Es más trágico, incluso, esta historia de desamor de Catalina a su hijo que la de la historia de Shakesperare», resumió Eifman.

El relato que se lee en los movimientos de danza sugiere la historia del Zar Pablo I, hijo de Pedro III y Catalina la Grande. Catalina es humillada por su marido, pero con la ayuda de su Favorito (Gustavo Carvalho) logra forjar una suerte de golpe de Estado. Pablo es testigo del asesinato y ese hecho determina su futuro y el de todas las Rusias.

Con inteligencia, la coreografía de Eifman, con su intensidad argumental y sus complejidades técnicas, reposa sin embargo sobre una música que facilita la atención del público en la trama dramática. Las composiciones de Beethoven y Mahler, que atraviesan desde el final del clasicismo hasta el post-romanticismo- le permiten al público encontrar allí una comodidad que habilita a poner a la danza en el centro.

En ese punto, el «Hamlet Ruso» no incluye novedad alguna dentro del trazo coreográfico de Eifman, que ha interpelado en sus ballets a los grandes relatos rusos como Anna Karenina y Los Hermanos Karamazov. La vida de Rodin y Una aldea Ruso se inscriben en la misma línea.

El ballet tendrá nuevas funciones hoy, mañana y el sábado desde las 20.30 en la sala de Avenida Corrientes 860.