Fin de año con femicidios récord: hubo uno por día en diciembre

Gladys Sanabria tenía 37 años, tres hijos (uno de 2 años) y su ex pareja le disparó con una escopeta porque ella quería terminar la relación. Después de tres días de agonía, Gladys murió en el hospital Simplemente Evita de González Catán, La Matanza, provincia de Buenos Aires. Antonella Aybar también recibió disparos, fueron dos, de su pareja, un Policía. Ella tenía 30 años y murió en su propia casa de la ciudad de Catamarca. María Laura Sirera tenía 35 años, era abogada y había sido candidata a legisladora por el Frente de Todos en Pilar. La mató a piedrazos su marido en su casa. Tenían dos hijos de 6 y 8 años y se estaban divorciando. Bárbara Zavala dejó a su ex porque él era violento con ella, pero dos semanas después él -otro Policía- la mató de un disparo. Fue en Pehuajó. Bárbara acababa de cumplir 20 años. Florencia Ovejero tenía 21 años y su novio la mató a puñaladas en su casa de Grand Bourg y frente a su hijo de 4 años. A Ana Beatriz Fernández la mató su pareja de 18 puñaladas. La mujer, de 52 años y que ya lo había denunciado por violencia, murió en su casa de Villa María frente a su nieto de 4 años, que vio todo. Isabel Rodríguez De Almeida tenía 25 años y su pareja la mató de un disparo en su casa de San Antonio, Misiones. Francisca Aquino tenía 44 años. Su pareja la descuartizó e intentó calcinar el cuerpo en un basural de Florencio Varela. La identificaron por los anillos. Bárbara Balbuena tenía 29 años. Su novio la prendió fuego en su casa de José C. Paz. Llegó al hospital Domingo Mercante con el 85% del cuerpo quemado y finalmente murió. A Natalia Sabán la mató su novio de un disparo en la cabeza. Estaban en la casa de él, en José León Suárez.

Son sólo las últimas diez muertas. La lista sigue. Jóvenes. Adultas. Madres. No madres. Trabajadoras. Desocupadas. Pobres. No pobres. Del Centro, del Norte, del Sur. Con más o menos educación. Nada en común salvo ser mujeres. Por eso fueron asesinadas. Los crímenes por cuestión de género son crímenes de odio. De poder.

Según el Observatorio de las Violencias de Género Ahora Que Sí Nos Ven hubo 27 mujeres asesinadas en los primeros 27 días de diciembre, una muerta por día, un femicidio cada 24 horas.

A fines de noviembre, el Observatorio había publicado un informe que decía que había habido 297 femicidios en los primeros once meses de 2019: el 63% cometidos por parejas o ex, 267 niños y niñas que se quedaron sin sus madres. Una mujer asesinada cada 27 horas. Diciembre es peor.

«Es posible que el balance casi inevitable de fin de año no nos afecte igual a varones y mujeres. Todavía los hombres sostienen un modo de masculinidad tradicional que combina varios indicadores que están en crisis, en primer lugar lo laboral y económico. Que el hombre mantenga el rol de sostén económico de la familia hoy es casi imposible y hace que esas dificultades se trasformen en un problema de autoridad paterna y de pareja y que entonces afecten sus sexualidad y su identidad, no solo su economía», explica a Clarín la filósofa Diana Maffia, directora del Observatorio de Género en la Justicia del Consejo de la Magistratura de la Ciudad de Buenos Aires.

«Para los hombres que están en crisis de pareja, el pago de alimentos no lo viven como una responsabilidad sino como una obligación injusta. Y la decisión de una mujer de separarse de su pareja lo consideran una enajenación de algo que es de su propiedad. Hay un sentido patrimonial sobre la vida y los cuerpos de las mujeres. Y por lo tanto es mucho más violento si la mujer se va y sobre todo si inicia un vínculo con otra pareja», sigue Maffia.

«No poder sostener algo tan sencillo como un festejo de fin de año que hoy es inalcanzable para la mayoría de la población también afecta la autoridad. Entonces, esta autoridad basada en la sexualidad, en lo económico y laboral rota, y en ese privilegio de la masculinidad, el indicador que permanece es el de la violencia y la violencia hacia quien es más débil, hacia quienes no producen económicamente, como las mujeres, los niños y las niñas, las ancianas y los ancianos», agrega la doctora en Filosofía.

«No es sencillo ver en cada caso cuál es el desencadenante de algo tan grave como es un femicidio. Es algo que atraviesa una enorme variedad de circunstancias y de mujeres y situaciones -continúa-. A las mujeres nos matan como moscas, y no hay una adecuada atención a las condiciones de riesgo. Ni las mujeres que somos víctimas tenemos una clara conciencia de cuándo corremos riesgo de muerte. Y lo que es grave es las y los funcionarios públicos que deben protegernos de la violencia y que deben juzgar la violencia tienen claras cuáles son las situaciones de riesgo, entonces se minimizan denuncias o no hay medidas apropiadas o no hay control de las medidas, como la restricción de acercamiento».

«Para poder bajar los índices de femicidios necesitamos políticas públicas de prevención, de acceso a la justicia y de atención integral que sean eficaces pero sobre todo un enorme cambio cultural a largo plazo”, contestan a Clarín desde el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad Concluye Maffia: «En las fiestas de fin de año es cuando más se vive esta enajenación de lo que los varones consideran su familia, sus hijos, su mujer, y por lo tanto es que los riesgos son mucho mayores».

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