Ambición nuclear, buques petroleros en llamas y el ataque al drone de EEUU: cómo Irán puso a Medio Oriente al borde de otra guerra

Desde que anunció que dejaría de respetar los límites de producción de uranio, el régimen persa ha escalado su desafío a Occidente


En menos de 60 días, las tensiones entre Washington y Teherán se elevaron al punto de poner al mundo en vilo, con la latente posibilidad del inicio de un conflicto militar que podría reconfigurar a Medio Oriente.

En mayo, en el aniversario de la decisión de Estados Unidos de retirarse del Acuerdo Nuclear que levantaba sanciones contra Irán a cambio del compromiso de no desarrollar armas nucleares, el régimen persa anunció que dejaría de cumplir los compromisos con respecto a sus reservas de agua pesada y uranio enriquecido. Así, el umbral de la reserva de agua pesada será franqueado simbólicamente este jueves, y estaría en condiciones de reanudar la construcción de un reactor de agua pesada en Arak (centro), interrumpida en el marco del pacto firmado en 2015 por ambos países y cinco potencias mundiales.

Con este ultimátum, Irán buscaba presionar a las demás partes (China, Francia, Alemania, Reino Unido y Rusia) para que lo ayuden a eludir las sanciones estadounidenses que paralizan con fuerza el sistema financiero y las exportaciones de petróleo.

Pocos días después, el 12 de mayo, cuatro barcos, entre ellos tres buques petroleros, fueron objetos de «actos de sabotaje» en las aguas territoriales de Emiratos Árabes Unidos. Washington y Riad responsabilizaron a Irán.

Por ello, el Pentágono reforzó su presencia militar en Medio Oriente, acusando a Irán de preparar ataques «inminentes» contra sus intereses en la región.

Un mes después, con varias acusaciones en el medio, surgieron nuevos incidentes. El 13 de junio, dos petroleros, uno de ellos japonés, fueron atacados en el mar de Omán. Washington, Londres y Riad acusan a Irán, que niega toda participación, pese a las evidencias presentadas por EEUU.

El punto más álgido llegó el 20 de junio. Irán derribó un drone estadounidense que, aseguraron, sobrevolaba su espacio aéreo, a 34 kilómetros de su costa, mientras que Washington presentó mapas con los que indicó que volaba sobre aguas internacionales. Se trató del primer ataque directo contra EEUU reivindicado por el régimen persa.

Al día siguiente, Donald Trump afirmó haber anulado a último minuto ataques contra Irán para evitar un saldo dramático de pérdida de vidas, pero no abandonó sus amenazas de tomar represalias.

Posteriormente, la Casa Blanca autorizó esta semana ciberataquescontra sistemas de defensa iraníes. El Washington Post sostuvo que uno de los operativos afectó a computadoras que controlan los lanzamientos de misiles. El otro, según Yahoo! News, apuntó a una red de inteligencia iraní encargada de vigilar el paso de barcos en el estrecho de Ormuz.

El intercambio, a diferencia de situaciones anteriores, no quedó en la retórica. El 24, Trump firmó un decreto que impone sanciones contra el líder supremo iraní, el ayatollah Ali Khamenei, una medida que tildó de «fuerte y proporcionada respuesta a las acciones provocadoras de Irán». En reacción, el régimen acusó Washington de haber «cerrado por completo la vía de la diplomacia».

Por su parte, el Tesoro estadounidense anunció el bloqueo de «miles de millones» más de activos iraníes, así como la incorporación esta semana a su lista negra del ministro de Exteriores, Mohamed Javad Zarif.

En simultáneo, la comunidad internacional se alistaba para el vencimiento del plazo anunciado por Irán. Según dijo el martes el ministro francés de Asuntos Exteriores Jean-Yves Le Drian, Irán cometería «un grave error» si viola el acuerdo nuclear de 2015. «La diplomacia francesa, alemana y británica están plenamente movilizadas para hacer entender a Irán que no es en su interés», señaló ante la Asamblea Nacional, haciendo un llamamiento a «actuar juntos para evitar una escalada» en el Golfo.

No obstante, el mismo día, la República Islámica fue aún mucho más lejos: advirtió que a partir del 7 de julio, reducirá «decididamente» los compromisos contraídos en el marco del acuerdo. Según reportaron, a partir del 7 de julio a enriquecer uranio a más del 3,67%,así como un alza del número de centrifugadoras.

Por ahora, ambos países han destacado varias veces que no buscan una guerra abierta. Sin embargo, ninguno evita hablar sobre tal escenario, en el que los dos se ven como vencedores. El miércoles, Trump advirtió que un eventual conflicto «no duraría mucho» tiempo.

A su vez, Khamenei espetó: «Los estadounidenses ahora le tienen miedo a la autoridad de la nación iraní, tienen miedo a seguir adelante». Y además, el régimen iraní incrementó los ataques cibernéticos contra el gobierno de Estados Unidos, de acuerdo a lo denunciado por las empresas de ciberseguridad CrowdStrike y FireEye, quienes regularmente monitorean esta actividad criminal.

El miércoles, horas antes de que se venza el plazo, miembros del Consejo de Seguridad de la ONU exigieron a Irán que cumpla su palabra firmada. «Estamos muy preocupados por los anuncios iraníes sobre sus compromisos nucleares. Urgimos con firmeza a Irán a continuar implementando sus compromisos del acuerdo nuclear por completoy que se abstenga de una escalada de la tensión», leyó la representante de Polonia, Joanna Wronecka.

La apuesta iraní por conseguir el respaldo europeo para eludir las sanciones por ahora no parece exitosa. Ante este panorama, el régimen parece dispuesto a reanudar su desarrollo nuclear y arriesgar la posibilidad de más sanciones que terminen por quebrar su economía.

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