ARTE Y CULTURA LA MÚSICA EN LA PAMPA

 

ALBERTO LEGUIZAMÓN-(BETO)

Tal como sucede con muchas otras formas de expresión cultural, la música es una manera que tiene el ser humano para expresarse y representar diferentes sensaciones, ideas, pensamientos. Así, la música es de vital importancia no sólo por su belleza y valor estético (ambos elementos de suma relevancia en lo que respecta al acervo cultural de una comunidad o de una civilización) y es también un soporte a partir del cual el ser humano se puede comunicar con otros y también consigo mismo (ya que la música puede ser disfrutada tanto social como individualmente).

Tenemos en La Pampa un sinnúmero de músicos que responden a este concepto y cuya vocación nació naturalmente, fluyó como el agua de un manantial que puede estar soterrada pero que encontrando el momento apropiado comienza a brotar abriendo senderos insospechados. Tal es el caso de Alberto Leguizamón, Beto para los amigos, nacido en Santa Rosa donde aún reside, descubrió su disposición musical acompañando a sus hermanos durante clases de baile folklórico. Relata que con ellos concurría al local de la Escuela “Manuel Belgrano” en aquellos años cuando nuestra recordada Margarita Lordi dirigía a un grupo de bailarines. Pero se dio cuenta que lo suyo no era el baile, que la guitarra lo “seducía” para pulsar sus cuerdas. Utilizando una, que precisamente era de sus hermanos, logró sacar los primeros acordes. Asiduo concurrente a lugares donde se reunían los guitarreros, poetas, escritores, frecuentó el “Temple del Diablo” desde donde trascendieron muchos de nuestros artistas. Aprendió a “robar tonos” (expresión común en los músicos) y los ensayaba en su casa.

Siempre al lado de trascendentes intérpretes pampeanos como “Foreto” Chavez, en sus innumerables viajes por el país y por el mundo llegó a trabar amistad con músicos como Hugo Miglione actualmente residiendo en Toronto (Canadá) y aprendiendo otras armonías que fue incorporando a sus interpretaciones y definiendo su propio estilo.

Se identifica con Carlos Di Fulvio y Eduardo Falú, virtuosos de la guitarra como instrumento para despertar el sentimiento más conmovedor en el ser humano.

La primera partitura que compuso le fue inspirada por un poema del poeta y escritor Edgar Morisoli titulado “Canción de la huala perdida” A Doña Petronila Pérez. Recuerda que llegó casualmente a sus manos durante una charla con su amigo “Tucho” Rodríguez y que le surgieron de inmediato las notas con que compondría la música.

De su entrañable amistad con el músico y poeta Ariel Petrochelli tiene innumerables anécdotas pero sobresale el recuerdo del vocabulario cotidiano del

artista porque todas sus palabras estilaban poesía. Convivían en su espíritu las musas del sonido armónico y la poesía.

Tiene felices recuerdos como integrante del grupo “Ensamble”, renombrados escenarios los vieron pasar por sus tablados y aún resuenan en su memoria los aplausos que coronaban cada presentación. No es menor la nostalgia que lo invadía al tener que pasar largos días lejos de la familia, pero ya sabemos lo que implica el éxito artístico, siempre hay algo que se posterga.

Entre los poetas pampeanos que vieron musicalizadas sus creaciones por Beto Leguizamón se encuentran Edgar Morisoli, Pablo Fernández, Armando Lagarejo y Laura Tapia de quienes se manifiesta especial admirador.

Dedicado a la interpretación folclórica asegura que nunca se le ocurriría incursionar en otro estilo, en otro tipo de música, porque ama el folclore.

Rememora un crucero que insumía seis días de viaje y buscando algo que le interesara para pasar el tiempo, se relacionó con dos músicos argentinos, de Buenos Aires y Mendoza precisamente. Pidieron una guitarra prestada, prometiendo los cuidados necesarios y organizaron una peña que noche a noche contaba con más participantes. En una de ellas, uno de los presentes les pidió la guitarra y deleitó a los escuchas con sus interpretaciones. Era nada menos que el Profesor Superior de Guitarra Alberto Blomberg. De allí en más surgió una hermosa amistad que aún perdura.

En algún momento de camaradería con Roberto Yacomuzzi acordaron componer algo en común, aunque todavía no se ha concretado está en el ánimo de ambos lograr ese propósito.

Hablando del presente Beto dice metafóricamente que “siempre hay algo en la cocina” y en cuanto a proyecto para el futuro, escribir, seguir componiendo son los anhelos que alimentan su alma de intérprete.